¿Recordáis el post en que vosotros y yo nos conocimos? En ese
post os confesé que yo de pequeña era una niña buena -pero una niña buena de
verdad- o, al menos, eso decían de mí quienes me conocían. También afirmaban
que era una niña lista (lista de las de: ¡Pero
qué inteligente nos ha salido la niña! ¡Ay, lo que vale!). Sin embargo,
sospecho que todas las esperanzas que mi familia había puesto en mí y en mi
inteligencia se desmoronaron el día en que decidí planchar un bañador.
Lo cierto es que las labores domésticas no me agradaban
especialmente. En mi época lo normal era o ser de las “listas” o de las
“apañadas”; supongo que me pasé de lista por querer ser apañada. La cosa es que
el bañador, que no tenía culpa alguna de mis alardes adolescentes de ama de
casa, dejó de ser bañador para pasar a ser “una cosa de lycra con un pedazo
agujero”... ¡y adiós a mi modelito piscinero preferido! ¡así, en un golpe de plancha!
A estas alturas opino que si uno no se carga una prenda
planchando, es que no ha vivido la experiencia al completo. Eso sí, ¡ojalá vuestra víctima sea del mercadillo!; por mucha experiencia que debamos
completar, chamuscar ropa cara es demasiada adrenalina para el cuerpo.
Puestos a confesar, os admitiré que yo también odio ir de
compras en Rebajas. Los montones de ropa desordenada me dan pereza… y cuanto
más voluminoso sea el montón, mayor pereza (pronunciado muy contundentemente)
me genera. Pereza… ¡y miedo! ¡He visto en alguna tienda en Rebajas, montones de
ropa que se tragan a la gente mientras rebusca en ellos!!! ¿Qué por qué os cuento
esto? Pues porque los montones de ropa de plancha me recuerdan mucho a las
Rebajas (solo que la ropa huele mejor). EL MONTÓN DE LA ROPA DE PLANCHA, ¡eso
sí que es terrorífico y no la plancha en sí!
¿Y tú lo de la plancha, cómo lo llevas?
¿Eres de l@s
que plancha, o de l@s que amplía
el dicho de “la arruga es bella” a todos los aspectos de su vida? Lo advertíamos al hablar de la lavadora: ésta, junto con la plancha, es una de las
peores amigas del emancipado. Pues bien, ¿por qué no pasamos de amistades y nos
relacionamos con ella lo justo y necesario?
La HISTORIA DE LA ROPA QUE SE PLANCHA ha ido evolucionando casi tanto como el Universo ;-) Antaño, las abuelas y las madres lo planchaban
prácticamente todo y, casualmente, esta práctica de práctico tenía poco. Es cierto que casi todo es planchable de una u otra forma; otra
cosa es que vayamos a plancharlo. Bragas, calzoncillos, calcetines, trapos de
cocina… ¿¡Nos hemos vuelto locos o qué!? ¡Que no nos da la vida! Los que me
conozcan y me lean “decir” esto pensarán: Amiga,
tú solita te has bajado del burro (o de la tabla de planchar). Y es que nunca he llegado al punto de
planchar la ropa interior pero hasta hace bien poco yo era una de esas mujeres de antaño que lo planchaban casi todo. El motivo de mi actual boicot a la plancha (un boicot más hippie que heavy metal pero al fin y al cabo es mi boicot, ¡y lo llevo como quiero o como puedo! jajaja): la vida precisamente. Vivir, en el
amplio sentido de la palabra, es incompatible con ser esclavo de la plancha y
de cualquier otra tarea doméstica. Por eso hoy, como habitúo, empezaré de un
modo muy light con el tema que nos ocupa. Los deberes de esta semana son muy
muy fáciles:
Como veis, aún iremos con la ropa arrugada una temporadita; la plancha permanecerá apagada un poco más pero no la olvidéis: ¡la necesitáis Pollitos! Mientras hacéis los deberes anotados en la infografía, esa primera toma de contacto con el aparato en sí, vamos a ir quitándonos trabajo... ¡y que nos dé la vida! :-D
Este es un inventario de ropa de la de “lavar y al armario”, del tendedero a las baldas y cajones:
¿Añadiríais algún otro tipo de prendas? Seguro que a vosotr@s se os ocurren más.
Por cierto... mientras esperamos a planchar la ropa que sí sea necesaria planchar, procurad dejarla lo más estirada posible cuando la quitéis del tendedero. Esto nos ayudará muchísimo en un posterior planchado. ¡Si la ropa está hecha un higo, no hay quien le saque las arrugas!
Este es un inventario de ropa de la de “lavar y al armario”, del tendedero a las baldas y cajones:
¿Añadiríais algún otro tipo de prendas? Seguro que a vosotr@s se os ocurren más.
Por cierto... mientras esperamos a planchar la ropa que sí sea necesaria planchar, procurad dejarla lo más estirada posible cuando la quitéis del tendedero. Esto nos ayudará muchísimo en un posterior planchado. ¡Si la ropa está hecha un higo, no hay quien le saque las arrugas!
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