Hoy quiero invitaros a un café, ¡será virtual, claro!; uno de esos “cafés de conversación larga”. Cada uno que lo pida como más le guste: solo, cortado, con leche… el extra de conversación (monólogo estaréis pensando; bueno… ¡vale!) lo pongo yo.
Sé que os prometí acción para
resolver los infinitos misterios del
hogar, pero (entre vosotros y yo) hay algún asuntillo que debemos dejar
claro antes de pasar a la práctica.
Emanciparse; Querer o no querer: ¿es esa la cuestión?
El último informe del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España (correspondiente al segundo trimestre de 2014) desvela que casi el 80% de los jóvenes españoles menores de 30 años continúa viviendo en casa de sus padres. Según anota el informe, cada año son menos los que consiguen levantar el vuelo antes de la treintena frenados por la inestabilidad laboral y las condiciones del mercado de la vivienda (que no resultan prohibitivas por sí mismas, pero sí ligadas al nivel adquisitivo actual de los jóvenes).
¿Frenados o impedidos? Y es que
el informe también señala que:
Y entonces, después de leer esto, a uno solo le queda cortarse las venas. Y yo pienso: “Leire -según lo que dicen estos señores- Rober y tú decidisteis suicidaros hace casi 8 años cuando comprasteis el piso. ¡Enhorabuena!”. Disculpadme pero las cosas no son así o, al menos, no “tan así” como las pintan. Los números no mienten y, efectivamente, la coyuntura laboral actual para la juventud es lamentable. Hipoteca y contrato temporal son incompatibles; lo del alquiler, aunque a uno le exigen garantías (y por supuesto debe tenerlas) es otro asunto: es experimentar para lograr el éxito o fracaso futuro de tu independencia, es ser valiente, es (¿por qué no?) ser emprendedor, es querer demostrarse a sí mismo que uno puede ser autosuficiente… son ventajas personales y quizá desventajas económicas. Aunque su definición vendrá dada por el color del cristal a través del que lo miréis, el chaleco antibalas va incorporado: el riesgo es ínfimo, muy temporal, y tratar de pasar esta pantalla merece la pena.
Gran parte de la población joven no ha alcanzado la independencia económica necesaria para emprender con éxito la emancipación residencial. Además, la creación de empleo del último año ha ido acompañado de un fuerte ascenso de la temporalidad y, en menor medida, también de la sobrecualificación. La compra de una vivienda libre sería económicamente inviable tanto para una persona joven como para un hogar joven. Únicamente los hogares formados por personas de 30 a 34 años podrían acceder al alquiler de vivienda sin dedicar más del 30% de sus ingresos, umbral de endeudamiento máximo tolerable.
Y entonces, después de leer esto, a uno solo le queda cortarse las venas. Y yo pienso: “Leire -según lo que dicen estos señores- Rober y tú decidisteis suicidaros hace casi 8 años cuando comprasteis el piso. ¡Enhorabuena!”. Disculpadme pero las cosas no son así o, al menos, no “tan así” como las pintan. Los números no mienten y, efectivamente, la coyuntura laboral actual para la juventud es lamentable. Hipoteca y contrato temporal son incompatibles; lo del alquiler, aunque a uno le exigen garantías (y por supuesto debe tenerlas) es otro asunto: es experimentar para lograr el éxito o fracaso futuro de tu independencia, es ser valiente, es (¿por qué no?) ser emprendedor, es querer demostrarse a sí mismo que uno puede ser autosuficiente… son ventajas personales y quizá desventajas económicas. Aunque su definición vendrá dada por el color del cristal a través del que lo miréis, el chaleco antibalas va incorporado: el riesgo es ínfimo, muy temporal, y tratar de pasar esta pantalla merece la pena.
Partiendo del punto de que si no
hay dinero, no hay vuelo posible y de que independizarse en solitario sí podría
denominarse casi misión imposible, mi
teoría es que, en gran medida, la decisión de emanciparse se encuentra directamente
relacionada con lo dispuesto o no que esté el sujeto a renunciar a ciertos lujos (y no tan lujos) en su vida, a partir de ese momento. Y sí, mi capacidad de
sacrificio es bastante grande, pero creedme, ¡se sale adelante! Ahora bien, ¿tú
que quieres? ¿salir adelante o salir por la puerta grande en este mundo de la
emancipación? Porque de una a otra salida hay muchos kilómetros. El pedestal de
estabilidad económico-laboral desde el que algunos me imaginan escribiendo, al
leer mi punto de vista… ¡chas! y desaparece: la chica con la que tomáis hoy
café se encuentra en paro e hipotecada en pareja a 50 años. Quizá fuimos un
poco suicidas e inconscientes pero es que si uno quiere dar el salto a la
independencia hoy, tiene que saltar al vacío.
El estudio El coste de la
emancipación residencial en Euskadi 2007-2013 del Observatorio Vasco de la
Juventud anuncia que:
Pero lo cierto es que la mayoría de la juventud no se emancipa en solitario… esa misión imposible de la que hablábamos. Por otro lado, el informe parte de la circunstancia de que únicamente el 40% de los jóvenes vascos tiene un empleo y que cobran, de media, alrededor de 1.400€. Y al leer esto, es cuando yo me desmayo y me tienen que reanimar: ¡¿1.400€ mensuales imposibilitan la emancipación en solitario?! Cuando nosotros nos fuimos de alquiler, sumando el sueldo de ambos no hacíamos esa cifra. El factor capacidad de sacrificio asoma de nuevo. ¡Con esta teoría me hago de oro! jijiji
La juventud vasca que se quiere emancipar en solitario debe destinar más de la mitad de su sueldo al pago del alquiler o la hipoteca. La primera cuota de la hipoteca comprometería el 63% de su sueldo y el pago de la renta de alquiler el 59%. El estudio presenta 10 indicadores sintéticos que dan una idea de cuánto costaría a una persona joven asalariada de entre 18 y 34 años acceder en solitario a una vivienda libre en propiedad o en alquiler. El estudio concluye que el coste de acceso a la vivienda libre, tanto en propiedad como en alquiler, para una persona joven asalariada supera ampliamente el umbral del 40 % de su salario neto mensual, dejando a la juventud que se emancipa en solitario en situación de sobreesfuerzo económico.
Pero lo cierto es que la mayoría de la juventud no se emancipa en solitario… esa misión imposible de la que hablábamos. Por otro lado, el informe parte de la circunstancia de que únicamente el 40% de los jóvenes vascos tiene un empleo y que cobran, de media, alrededor de 1.400€. Y al leer esto, es cuando yo me desmayo y me tienen que reanimar: ¡¿1.400€ mensuales imposibilitan la emancipación en solitario?! Cuando nosotros nos fuimos de alquiler, sumando el sueldo de ambos no hacíamos esa cifra. El factor capacidad de sacrificio asoma de nuevo. ¡Con esta teoría me hago de oro! jijiji
Aun así, tomar la decisión no es siempre
lo más difícil. De hecho, en algunos casos, puede que sea el paso más fácil de
todos. “¡Que me piro de casa y punto!” dices, “Lo tengo decidido”. Y es que
como comentamos en el post anterior, las motivaciones que impulsan a uno a abandonar
el nido suelen ser tan fuertes dentro de su diversidad que ayudan, y mucho, a
tomar la decisión. Sobre todo, si vas de la mano de alguien (la apuesta más
segura).
Si tras echar un vistazo a los
estudios anteriores aún os queda valor para abrir las alas, os dejo una serie
de consejos basados en mi experiencia personal que pueden ayudaros:
1.- ¿Alquilar o comprar?
Polluelos, ya sabéis la
respuesta: alquilar primero, hipotecarse después.
Las razones son muchas:
- La económica será la primera
por ser la dominante del asunto: si vuelas solo, a no ser que tengas un
sueldazo, hipotecarte será inviable. Si lo haces en compañía, los bancos os
escanearán antes de concederos el premio gordo. No siempre toca. Alquilar una
vivienda es mucho más factible y menos arriesgado. Como os comenté hace unas
líneas, para alquilar son requisitos indispensables que el alquilado ofrezca una
serie de garantías que normalmente consisten en una fianza (de algún mes de
alquiler) y demostrar que existe una nómina o ingresos con los que se podrá ir
haciendo frente al pago de la mensualidad. Negociar, pactar, amoldarse… es
posible en este caso. Los Bancos no negocian.
- Solo o acompañado, irse de casa
es una prueba de fuego para el pollito intrépido. Qué mejor opción que el
alquiler para poneros a prueba. Si te sientes solo o no aguantas a tu pareja, la vuelta al hogar se convierte en algo relativamente sencillo.
- La inversión económica que
supone el alquiler se limita normalmente a eso: al pago del alquiler. La compra
de un piso nos hará incurrir en gastos extras de mobiliario, incluso si lo
compramos amueblado… ¡nuestro piso, es nuestro piso! Eso sí, cuidemos el piso
de alquiler como si fuera nuestro. Una cosa, no quita la otra.
2.- El dilema de la zona
¡Y qué dilema! Tras un año de
convivencia en alquiler decidimos “no tirar más el dinero, invertir en un piso
que fuera nuestro, algo para toda la vida”. Estas ideas se transformaron ligeramente y la historia de los
grilletes a 50 años ya la conocéis.
Mi consejo es que seáis ante todo
realistas y no os desaniméis: yo estaba obcecada, entre otras cosas, en que mi piso ideal tenía que
estar en el barrio en el que me había criado. Y no, no pudo
ser. El presupuesto manda. Poco a poco, a base de mirar pisos, precios y un
puñado de desilusiones, uno se da cuenta de que "es lo que hay". También hubo que
renunciar a las tres habitaciones, al ascensor, al balcón…; pero las ventajas
de volar del nido siguen compensando. Fijarse un presupuesto antes de empezar a
buscar piso y mantenernos fieles a ese límite es clave. No olvides sumar a ese
presupuesto las facturas mensuales (luz, agua, gas, comunidad…). Si sigues mi
consejo y alquilas primero, algunas de estas puede que corran a cuenta del
arrendador. Si te hipotecas, “aparta montoncitos” para todas.
3.- Organizarse: fundamental
Equipajes, embalajes, cajas,
bolsas… cuanto mejor lo hagas, mejor lo desharás: etiqueta, marca, anota... ¡La
organización puede ser maravillosa! jijiji
Eso sí, todas estas divagaciones son solo mi opinión personal, y opiniones hay tantas como personas. Me encantaría saber las vuestras para conocer un poco más a aquellos con quienes comparto hoy cafeína virtual. ¡Os animo a que dejéis vuestros comentarios!
Por cierto... queda oficialmente presentado en este post mi marido: Rober. Oiréis hablar de él en más ocasiones... hará de conejillo de indias en nuestros experimentos.
FUENTES:
http://www.cje.org/es/
http://www.gazteaukera.euskadi.net/r58-2279/es/
http://www.gazteaukera.euskadi.net/r58-2279/es/
Hola Leire. muy buena reflexión. En mi opinión, Euskadi sigue siendo una comunidad anclada a la propiedad privada y el alquiler está minusvalorado por los jóvenes, que prefieren vivir bajo el paraguas familiar aunque, eso sí, el precio de los pisos de alquiler es desproporcionado en muchos casos, entre 800 a 1.000 euros por pisos no muy cómodos y bastante agujeros. Yo, de todas formas animo a los jóvenes a que vivan la maravillosa experiencia de vivir fuera del nido porque te forma como persona y es muy enriquecedor...
ResponderEliminarCoincidimos en punto de vista Patxi. Tener un piso "propio" puede resultar mucho más satisfactorio que el alquiler; lo veo comprensible (y más, como bien dices, teniendo en cuenta nuestra mentalidad). Sin embargo, a día de hoy, el alquiler puede ser la única opción: cara y menos cómoda, pero la opción viable para independizarse. Yo, al igual que tú, valoro muchísimo lo que aporta la experiencia a nivel personal. ¡Muchas gracias por tu comentario!
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